Benjamín Aitala

Benjamín Aitala

En sus comienzos asistió a la Facultad de Bellas Artes, sin embargo vuelve a Olavarría ¿cómo fue esa época?


Era pintor paralelo a la facultad. No creo que te cierre mucho la facultad, aunque sé que en algún punto puede ser que hay más pensamiento que acción. Tuve gente copada como profesores pero dejé porque quería volver a Olavarría donde tenía mi espacio de trabajo y la posibilidad de tener mi taller. Hay un momento en que se comienza a formar al docente y era la parte que a mí no me interesaba. 

Me gusta desmitificar los lugares, el museo, el de artista, sacarlo del mito que lo aleja de las personas. El lugar museo como institución cerrada no me gusta. Entonces la acción de trabajar con la motosierra fuera del museo era para la gente entrar en él. Si digo vengan a ver obra de arte no va nadie, pero si digo vengan a ver un loquito que está con una motosierra, ya el ruido los atrae. Era ese doble propósito y hasta marketinero, si querés. 

¿La crítica social entra en su arte?
 

En la obra sucede pero sucede mucho más en el espectador que crea desde su lugar. No puedo pretender que quien lee o mira la obra vaya a mi lugar. Pienso en la risa como un medio alucinante hacia la felicidad. Y si pretendo algo es que sea graciosa, lindando con lo pelotudo, el chiste barato, caro, el chiste con humor negro. Me burlo de mis estados y de las cosas que me suceden.

Cuando pinto pienso en amigos, no pienso en “pintura”. Sé a qué sector va esa pavada, ese chiste. No muestro mi obra queriendo que te rias sino que te sucedan cosas y si sucede leerla como una crítica social la acepto. 

¿Por donde le gustaría que camine su obra?

Me gusta que se expanda a lugares que desconozco. Me gustaría que mi obra vaya a un lugar desconocido para mí. Pararme frente y que no sea ya mía sino del mundo, que pueda pertenecer a otro. Así, la estoy condenando a un lugar solo y es el más difícil, que sea libre. 

¿Cómo se maneja en la docencia?

La docencia es un lugar muy raro porque necesitas convicción para ciertas cosas. Entonces digo: que te puedo enseñar, si estamos todos iguales, los problemas de color que tenés vos también los tengo yo. Vos estarás luchando entre un  amarillo y un rojo y yo estoy luchando entre otros colores que no me animo a poner. Me enriquece porque es aprender a mirar la obra de otro. Hacer una devolución, pero me faltan muchas cosas como docente. Hago una docencia donde todos estamos al frente o todos estamos detrás. Nunca estoy al frente de la clase. 

He visto trabajos suyos donde han intervenido sus hijos ¿Se lo propuso o fue esa cosa más experimental que caracteriza su producción?

Sos padre y sos pintor al mismo tiempo, entonces están en el taller y tengo que tranzar en ese lugar. Uno ve esa libertad y está tan lleno de estructuras que los dibujos de Oliverio y Faustina me sirvieron. Se los empecé a respetar pintando y evidentemente tenían que quedar ahí en la obra. Nos divertimos. 

Para mí la pintura es eso festivo, diversión. Soy un amante de la música y de la acción. El bailar es eso, la música que pasa por el cuerpo. Bailo cuando pinto y provocar que mis hijos entren en esa acción me hace feliz.

¿Diría que pinta bien?

Mi obra es recontra estructurada, llena de trabas y con muchos límites. Pretendo ir rompiendo esos límites, desconociéndome en cada cosa que pinto. Hay gente que ha ido a mi taller y me ha dicho: ésta obra no la pintaste vos o entra mi “viejo” y dice: estos no son tus colores. Y como era mi búsqueda que no sean mis colores era alucinante que sucediera eso. Quiero que todas las obras sean mías, quiero tener todos los estilos, quiero que la obra se expanda. 

No negar los lugares. Sé que puedo dar mucho más y esa búsqueda es infinita.  Tengo mi grado de exigencia, hoy pinto esto, llego a esto  y estoy muy bien, soy feliz, pero puedo dar más y eso te ayuda a relajarte. Sino es como que estás todo el día mirando a lo lejos. Sé que doy más, pero no sufro por eso sino que disfruto con la pintura que hice hoy y cuando pinté esa mancha y la mancha me diga “andá a pasear”, hoy a mis treinta y ocho años, me puedo ir a pasear. Hay veces que el cuerpo no está preparado para pintar una obra de dos metros, necesita la intimidad de una obrita de 30 x 40, es como decir te invito a bailar pero la música la ponemos más bajito y hablamos más bajito. 

Es aprender a conocerte en esos lugares.

Uno más que un pintor tiene que ser creativo. Aprender a pintar de otra manera, pintar escribiendo, dibujando, bailando, haciendo una mudanza.

Silvio Oliva Drys

 

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